LA FORMA DE VIDA DEL FIEL TEISTA
21:38, Posted by Dalfario y/o Heretic, 3 Comments
Deshonor, irresponsabilidad, cobardía, incongruencia, son palabras que resumen una descripción de la forma de vida de estos individuos.
El problema básico es que como humanos faltan a su naturaleza racional (característica determinante de nuestra especie) al sentirse conformes con un antiguo delirio ajeno (concepto de dios) que apoyado en obras ejemplares de sofismas y falacias (textos bíblicos) vienen a explicar el origen y fin material e ideal de TODO cuanto existe. La defensa vehemente, desesperada y desmedida de estos conceptos, en desprecio de la investigación exhaustiva de la verdad y la disposición de aceptar pruebas empíricas como ciertas, constituyen al fiel teísta en una parodia del humano. Lamentablemente hay tantos de estos seres entre nosotros que es difícil admitir que son mayoría - por ser tan vergonzoso-, y que los pocos intelectuales del planeta son solo vestigios de lo que antes del escolasticismo fue el apogeo del hombre pensante.
¿En qué me baso para realizar tales afirmaciones? En experiencias vividas por mí, en testimonios, y en entrevistas que he realizado.
Es bien sabido que un fiel a dios debe “amar a dios” incondicionalmente por sobre todas las cosas y personas, sobre sí mismo y sobre sus padres, ya que es dios el único responsable de toda la vaga dicha que apenas logran experimentar estos humanos creyentes en compañía de sus allegados.
Este principio elemental de las religiones viola principios biológicos (los cuales priman sobre cualquier otro) como el de supervivencia.
¿Es normal que un organismo vivo tenga como prioridad una cosa distinta de su integridad y supervivencia o de la descendencia portadora de sus genes? No. No es normal ni positivo. No es normal un hijo que quiera a alguien más que a sus progenitores o a los responsables de su vida y bienestar, ni es normal que un padre aprecie más a un ser ausente que la vida de sus padres o sus hijos, quienes portan el material genético de nuestra especie, y por quienes normalmente se siente mucho afecto. Las mismas “sagradas escrituras” plantean en varios casos la inferioridad de un hijo respecto a un dios en la vida de una persona; para esto véase el texto que menciona la actitud del personaje Abraham ante la petición de dios de matar a su hijo, y véase además Las Calamidades de Job de un texto bíblico también.
No hay una devoción a la vida o supervivencia actual –es decir, en vida- por parte de los religiosos. Un organismo debe primero procurar su vida para posteriormente asegurar la supervivencia de su código genético y mantener la especie, y mantener su aporte evolutivo. Es lo normal, es lo básico, y es lo que rige nuestras vidas, consiente o inconscientemente. De hecho alguien podría acertadamente afirmar que el humano se caracteriza por entender y disfrutar conceptos distintos de la reproducción, como las artes o las ciencias del pensamiento; pero no puede existir nada de esto para un ser que no se mantiene con vida, ni para una descendencia que no ha sido asegurada, para poder transmitir la carga intelectual e histórica (característica de la evolución de la sociedad humana). No puede haber nada de esto en ausencia de la vida. Es necesaria la existencia del humano para que el pensamiento tenga lugar, junto con otras cosas bellas, y otras grotescas.
El problema es que el hecho de sustituir estos elementos de su nivel jerárquico por otra clase de conceptos, promueven el paso de la humanidad de evolución a involución.
¿Dónde queda el auto estima? ¿Dónde quedan los logros en Derecho sobre herencia y abolición de esclavitud? El humano debe ser capaz de sentirse igual con sus semejantes y procurar su progreso y superación personal, en vez de sentir que está limitado en sus pensamientos, capacidades, sentimientos y emociones, por existir un ente infinitamente superior, de características inalcanzables, a quien debemos y por quien sufrimos sin causa ni contraprestación alguna, y a quien se supone que nos parecemos.
Los romanos instituyeron la herencia para que el descendiente del difunto continuara con los inconclusos actos de su vida civil y fuera responsable ante sus acreedores, pero también era una cuestión de honor, tanto otorgar herencias y legados como aceptarlas.
El humano debe poder querer, sentir, y aspirar a una meta probada y posible, en vez de contradecir el instinto de querer a sus consanguíneos y atribuir honor a quien honor merece. No debe esperanzarse en promesas inciertas y en hechos físicamente imposibles de probar actualmente, ni engañarse a sí mismo ni dejarse engañar. Debe ser capaz de planificar un futuro posible para sí y los suyos, tomando en cuenta cierto margen de error. No debe sentir temor de un dios que reprende según normas inciertas, debe ser capaz de entender que ha errado por culpa suya y/o ajena y aprender del error, no desechar su culpa ni restarse responsabilidad en los actos de su vida y de la vida de los demás, en las cosas positivas como en las negativas.
La tendencia general de los creyentes es la de abandonar sus aspiraciones por una fantasiosa promesa de llegar a un cielo donde todo es perfecto –concepto este que ni ellos mismos se habrán imaginado- y estar al lado de un ser que ama incuestionablemente, que es fiel, perfecto, eterno y otro montón de adjetivos embriagadores de ingenuos. Todos estos conceptos utópicos y sin fundamento en la realidad conducen a la apatía a la vida durante la vida (la única que hay salvo declaraciones poéticas) y a su desperdicio, donde la tan anhelada muerte termina por llevarse irreparablemente una vida pobre, o mediocre en el mejor de los casos; una vida sin sentimientos puros y reales, sin sentimientos espontáneos y naturales.
La prohibición del suicidio de muchas religiones es por cuestiones económicas. ¿Cómo robar a la gente si esta se suicida para ir al cielo? Mejor es mantenerlos con “vida” para que trabajen y paguen el diezmo.
Hay quienes dicen que la realidad supera la ficción, y probablemente sea así. Preferimos cosas y emociones genuinas sobre las falsas. Tenemos como real lo lógico y/o lo físicamente sensible. Imaginamos seres, lugares y cosas, pero son ficticias. Es más agradable una risa sincera que una fingida. El cerebro humano tiene una estructura neurológica que varía en todos los humanos, pero tiene límites. Todos somos distintos. Unos nacen con cerebros que han mutado de una forma menos estándar que los demás, y suelen ser a los que llamamos asesinos en serie, locos, genios, artistas, pero siguen habiendo limites elementales que al ser traspasados por alguna mutación dejan de ser lo que sus ascendientes eran, y a ese ser ya no se le puede llamar humano. Y hasta ahora no se conoce ningún ser más original y creativo que nosotros los humanos; pero aun con nuestras limitaciones es posible entender que las cosas reales y bellas no necesitan ser concebidas por alguien para existir, y que son más bellas las que no hemos creado que las que sí. El existencialismo explica en parte eso de la creación.
Hay cosas que no podemos ni imaginar, pero al menos entendemos el por qué de eso, y la verdad es que nos sigue pareciendo más bella una nebulosa formada aleatoriamente, que la limitada cantidad de colores que podemos reproducir con algún medio artístico.
Pero tenemos a estas personas (los seguidores acérrimos de dios) que contradicen todo lo real, y lo dejan todo por seguir una meta borrosa, un delirio que comenzó en alguien bajo la forma de patología tardíamente identificada, y se transmitió dicho delirio o idea mediante hechos sociales que condujeron a las personas a reducir sus vidas a frases y oraciones con interpretaciones tan amplias como la imaginación humana –sin ser muy originales-, y se limitan a ser felices en esa especie de mundo, con poco trabajo, y pocas comodidades, conociendo poco de lo amplio del mundo y malinterpretando lo poco que ven. Todo termina siendo una versión deformada de la realidad. Pero aun siendo esta clase de vida una decisión personal de muchos, condiciona injustamente la vida del resto de las personas.
Mientras los intelectuales y la gente que vive, que está consciente, y que sueña en este mundo y no con otro, trabajan e intentan cultivar sus futuros, los guías y líderes de los creyentes se conforman con aprovecharse de los demás, bajo falacias de autoridad, o simplemente actitudes descaradas y deshonrosas hacia seres de escasa o menor formación intelectual. Buscan cada vez más fieles, más adeptos y simpatizantes, prometiendo patrañas como verdades. Unos conscientes de sus acciones, y otros tan cegados como a quienes profesan.
Para ellos no hay sentimientos positivos por la construcción, la obra útil y publica. Aspiran a un cielo cuya entrada pagarán con favores estúpidos en la tierra, con fichas que compran con “buenas acciones” para canjearlas por la entrada al “cielo”. ¡Hipócritas interesados! Todo para ellos consiste en adquisición sin contraprestación. Todo es gratuidad, deshonor.
Trabajar, ser útil, ser honesto, dejar los caprichos perjudiciales, ganar, labrar, son ideas desconocidas por ellos.
Trabajar la tierra y obtener sus frutos conociendo y reconociendo la causa y efectos del éxito y del fracaso es algo ajeno a ellos, y al parecer lo seguirá siendo. Viven en un código de injusticia.
El médico que estudia extensamente su materia, motivado por su bien demarcado rol en la sociedad, que ayuda y muchas veces salva vidas, es desconocido como salvador, y en su lugar es suplantado por amigos imaginarios populares que son objeto de adjudicación del bien y adulación.
“¡Gracias a dios!” dicen.
¿Dónde está la justicia? ¿Quién aquí merece gracias? ¿Qué voluntad presenciamos? ¿La de atribuirle a cada quien lo que le corresponde? No. Lamentablemente no.
Un medico puede cumplir su rol en una sociedad, y así como este otros profesionales también; pero si el resto de la población lejos de cumplir con algo desconoce la realidad y vive en su egoísta mundo de ridiculeces, tenemos entonces una porquería de mundo, y es probable encontrar intelectuales desalentados y con escaso o ningún apoyo material.
Sin hablar de las religiones extremistas, que bien sabemos el perjudicial alcance de su fanatismo.
Y sin ser suficientes las descalificaciones de los teístas hacia los científicos, se burlan de la lógica misma y de la razón de forma directa y sin miedo; sin miedo a ignorar y llamarse estúpidos.
Desaprovechan y si pueden desechan el estudio, el aprendizaje, la observación, la comunicación, las enseñanzas de los entendidos en las labores del pensamiento. Un fervoroso teísta puede usar un Tratado de Lógica como papel higiénico sin remordimiento alguno. Es una especie de negación a los temores del hombre: no ganar un debate, la muerte, ser diferente, diferir de un convencionalismo social. Pero estos temores son producto de la sociedad misma. Es un ciclo perjudicial donde se ha caído en la bajeza de burlarse del pensamiento crítico y sistemático.
Y entonces
¿Debemos respetarlos? No parecen ser verdaderos humanos, ni verdaderos animales siquiera. ¿Serán una mutación entonces? Pues bien, si lo son, supongo que merecen vivir, pero merecen restricciones también. Una forma de vida tan egoísta, caprichosa y despectiva hacia el humano y el pensamiento bien fundamentado debe ser limitada.
Si bien hemos limitado las vidas de los criminales, y luego de nosotros haber comprendido la causa patológica de su perjuicio a la sociedad los seguimos reduciendo a espacios minúsculos y alejándolos de nosotros por ser perjudiciales y/o inútiles a la sociedad, debemos preguntarnos lo mismo de los religiosos entonces.
¿Qué utilidad tienen? ¿Qué utilidad tiene esa creencia?
Pienso seriamente que la religión y esta gente no tienen ninguna función útil. Todo lo contrario, son extremadamente perjudiciales, solo que son tan comunes que pocos nos percatamos del mal. Ha sido caro el precio que pagó la humanidad durante siglos, pero al menos algunos ateos estamos conscientes de esto.
Y sé bien contra qué estoy blasfemando y el alcance de mi herejía, pero la humanidad ha adoptado la idiotez como modelo a seguir, y eso nos debilita como especie desaparece nuestro orgullo.
Si no somos capaces de ubicarnos en la escala evolutiva, entender nuestro pasado, y al menos desear un futuro, no podemos llamarnos inteligentes. Y si no podemos tener un sentido de pertenencia hacia una especie, la nuestra –y sin discriminar a las demás- ¿Cómo vamos a identificarnos con nuestras distintas razas, nacionalidades, y grupos sociales?
Hay que dejar la flojera y salir de este letargo racional.
Recordemos lo que somos o convirtámonos en una mutación no apta para vivir.
Autor: Heretic.
fecha: 10/10/10
Mi estimado "Heretic" por las frases jurídicas coladas en los escritos me imagino que ese es mi amigo.
Permíteme dejarte una frase que me gusta mucho del gran Saramago:
"No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona.
Bueno descendiente del mono, y cuál es el origen de tus razonamientos, si solo eres un primate superior.
No hay lógica en buscarte un significado de la vida, si eres el resultado de una reacción química.
Y mucho menos de buscarte un final porque vas a la extinción.
¿Entonces qué te preocupa?
¿Qué le da significado a tu vida? Entonces nada tiene significado, todo es absurdo, hasta tus comentarios.
Estimado Heretic:
Gabriela cita a Saramago, que dice: "Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante". Es una excelente frase, que los ateos deberíamos recordar permanentemente, para no caer en lo mismo que criticamos del fanatismo religioso. En tu opinión, la gente que adhiere a una creencia religiosa, ha perdido prácticamente su condición humana. Digamos que mucha tolerancia no se ve de tu parte. Tratemos de no caer en el convencimiento de que somos dueños de la verdad, revelada o no, porque entonces perdemos credibilidad.