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Sobre la inexistencia de dios

21:52, Posted by Dalfario y/o Heretic, One Comment

"Ciencia: Porque resolver incertidumbres es mejor que inventar porquerías"


Hablando seriamente (o intentándolo al menos en este tema) se trata de conocer las posibilidades. ¿Qué tan posible es que dios exista realmente? Pues es tan posible como que cualquiera de nosotros sea dios, o como que alguno de nosotros pueda volar como un ave en el cielo. ¿Por qué es igual de posible? Pues porque no podemos probar a otros que dios exista, así como no podemos probar a otros que nosotros seamos dioses, o que volemos. Después de todo, ¿Quién sabe si tú eres dios y estas poniéndome a prueba? No podemos llegar a ese conocimiento mediante medios empíricos o racionales. No aún. Eso significa que por ahora no se puede probar ni empírica ni racionalmente la inexistencia de dios. Solo se puede probar que no hay pruebas de que dios exista, así como no las hay de que yo pueda volar o ser dios. Pero, ¿Desde cuándo los delirios individuales son seriamente aceptados por las masas humanas? Serán muy pocos los casos. Lo común es aceptar delirios masivos y epidémicos de las personas. Y nuevamente ¡pero! ¿Es a caso correcto algún pensamiento por ser aceptado por un grupo de personas? ¿O por ser aceptado por una sola persona? ¿No se busca la verdad en el método, en vez de en su simpatía, estética o carisma? ¿Es la costumbre fuente de la verdad? No. Nuestros intelectuales han probado que no. Y nuestras ciencias, las que nos salvan la vida a veces y siempre, se fundamentan en métodos ajenos a la opinión o a la voluntad.


Por lo tanto, el valor de un juicio debe recaer en su esencia lógica, o en la ausencia de esta.


¿Cómo se justifica el desprestigio de una teoría bien fundamentada, solo por la existencia de un delirio popular? Me refiero a la teoría de la evolución de las especies orgánicas, y a la teoría del Big-Bang.


Son poco serios los que equiparan las teorías fundamentadas en la lógica con la imaginación desmesurada y vaga, y con alucinaciones irrisibles. El lugar del creacionismo está en la mitología y los relatos populares de los pueblos, cada cual con su sazón; pero no junto al histórico esfuerzo de miles de nuestros pensadores que han puesto cada peldaño de la escalera hacia la episteme. No es tampoco una antítesis. El creacionismo es una idea vulgar y superada, y como el centro de su fundamento es dios, también está éste superado.


La tendencia de algunos pensadores, de identificar a dios con el motivo que justifica al big-bang, aún desvirtuando su carácter antropomórfico, es tal vez lo más cerca que se puedan colocar a dios y a la lógica, pero en este contexto solo queda de dios el nombre y ya no la idea. Si se mantiene a dios como la voluntad de explotar la materia, o si aún sin dios se mantiene la idea de la explosión por voluntad alguna, se estaría ignorando el principio existencialista que nos dice que la existencia precede a la esencia. Las realidades existen independientemente de nuestra intelección, o de intelección alguna.


En cualquier caso, mantener la idea de dios en una investigación científica, o en el pensamiento filosófico, o tratar de conciliar la ciencia o la filosofía con dios, es algo prejuicioso e infantil.






El mal del teísmo



La creencia en dios es un fenómeno cultural que se ha mantenido por el egoísmo de unos pocos, y por el capricho e ignorancia de muchos. Al igual que el homicidio, la creencia en dios debería verse como una costumbre incorrecta, holgazana y perjudicial, y las conductas derivadas de esta creencia deberían ser rechazadas, pues al igual que el homicidio, la creencia en dios y su mal es de orden público, y si en materia penal no se tiene a la costumbre como fuente de derecho, en materia racional no debería tenerse tampoco la costumbre como fuente de conocimiento veraz, con lo cual la idea de dios quedaría de plano desechada, y estudiada sólo como fenómeno social de civilizaciones retrasadas, pues es retrasada la persona que permite a esta clase de pensamientos –si es que se le puede llamar así- influir en su conducta, como de hecho lo hace; y son descuidados e irresponsables los que cimientan los asuntos comunes sobre un terreno tan traicionero y malicioso, es decir, las sociedades teístas o falsamente laicas.


La mayoría de los humanos del mundo, de edad adulta, están confundidos. Creen que trabajar y tener crías es asunto serio y demuestra responsabilidad, y que solo eso basta para ser personas completas. Y en un sentido biológico sí lo es: sustentar la vida propia y reproducir la especie. Pero, si nos distinguimos de los demás animales, desde un punto de vista objetivo, es por la capacidad de ampliar nuestra forma de vida. Sentimos pasión, por ejemplo, por estudiar nuestros cuerpos, nuestro planeta, y lo que nos rodea. Y la razón de esto es que hemos evolucionado biológicamente de una forma que necesitamos obtener datos a través de nuestros órganos sensoriales y operarlos intelectualmente. Visto de esta forma, las necesidades humanas no son solo vivir y dar vida, sino interactuar y liberar hormonas del placer en nuestros cuerpos con frecuencia mediante estimulaciones neuronales más complejas que las de los demás animales. Negar esta necesidad, es negar la naturaleza humana, y negar lo que somos es falta de seriedad.


He ahí la importancia de conocer la verdad, de conocer la realidad, pura y desnuda como solamente puede ser. Una persona seria busca el entendimiento racional de las cosas, no conformarse con primeras impresiones y relatos populares. La persona seria es exhaustiva en la búsqueda de los conocimientos auténticos, y se conforma medianamente con lo que conoce, y duda y busca la superación de este conocimiento.


Es seria la persona que atiende a esta necesidad y descubre, y desarrolla, y realiza su fin, el fin que nos caracteriza como humanos, antes de crear más vida, antes de determinar la vida de otro ser humano.


La adultez se alcanza cuando nos desarrollamos física e intelectualmente. No hay madurez en ausencia de una de estas facetas de la especie humana. Entonces es serio, es maduro, es adulto, es completo el humano que entiende su pasado, el pasado de sus ancestros, y a su vez el de estos, y en base a la historia continúa su camino y busca subir un peldaño más, y luego de ya estar realizado está entonces listo para procrear, y encaminar a su descendiente por el mismo camino, ayudándolo a salir de la incertidumbre con que ha nacido –sin haber elegido nacer, ni conociendo ni ignorando-. No interesarse por conocer cabalmente la realidad del inicio, del pasado y del presente, y determinar a otros seres como humanos ignorantes y desinteresados, es una actitud irresponsable y nociva, consigo y con los demás, descendientes directos, indirectos, otros humanos de lejano parentesco, y otras especies más lejanas aún.


Qué absurdo es pretender conocer el presente sin tener en cuenta el pasado. Es torpe el que intenta comprender a otros sin comprenderse a sí mismo, y sin comprender de donde viene. Las bases del conocimiento de cada individuo humano deben reposar sobre terreno firme y cierto para poder edificar ahí el resto de su conocimiento y su vida. No hace falta esforzarse mucho. Se trata de guiarnos unos a otros hacia la madurez intelectual cuando estemos listos físicamente, y esta cooperación se logra entendiendo que el mal común es el mal individual, y el malestar de cada individuo representa el malestar de una sociedad, y vale la analogía para el bien, solo hay que preocuparse por las minorías, por las unidades, no por las “sociedades” como nombre de un grupo.


La creencia en dios como voluntad creadora del todo es una actitud infantil, pues obstruye totalmente el desarrollo natural de las personas. Nuestra constitución física nos determina a pensar, no a creer ciegamente, y el problema es ese, se llama atrofia. Somos seres atrofiados por ideas infantiles. Es más maduro el que entiende nuestra realidad y la suya y decide satisfacer algunas necesidades en pasatiempos propios de humanos jóvenes, que el que pretenda llevar a cabo procesos vitales de manera acelerada, como la procreación, e ignora lo que somos, desconociendo la especie, el ambiente, a sí mismo –al no conocer bien sus gustos o reprimirlos por convencionalismos sociales- y a su entorno en su esfera individual; una vez más vemos aquí al humano promedio, un ser anegado por la incertidumbre, y el desconocimiento de ésta, lo cual termina en una cadena de evolución tardía y retraso social.



En conclusión: la inexistencia de dios no se ha probado, pero no hace falta probar su inexistencia. Lo que hace “FALTA” es probar su existencia, pues fue lo alegado en principio; pero esperar a que sea probado, es algo tonto. Siempre faltará la prueba de que dios existe. Lo lógico es seguir por el sendero de la ciencia y la intelección concienzuda, que pronostico que puede conducirnos a la prueba de que dios no existe, o hacia otras teorías de orígenes y formas de vida que nos permitan desprendernos de esa idea tan tonta.